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Una carta abierta al presidente Petro un año después de la masacre de Hamás

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7 de octubre, 2024

Si hay una nación latinoamericana que debería haber apoyado a Israel después de las atrocidades sin precedente cometidas por la organización Hamás contra civiles inocentes, debería haber sido Colombia.

Colombia ha sufrido matanzas de civiles, incluyendo niños, miles de secuestros, y desaparecidos, pero nunca en un solo día y nunca al nivel de salvajismo que el estado judío sufrió el 7 de octubre del año pasado.

¿Cuál habría sido la respuesta de usted, señor presidente Gustavo Petro, si hubiera habido un ataque sorpresa desde la frontera venezolana en un festival de cumbia cuyo tema fuese “la paz total” en el que la mayoría de las víctimas no eran ni policías ni militares sino civiles inocentes? ¿Y qué tal si la situación hubiese sido más indignante debido a que la masacre hubiese tenido lugar durante la Semana Santa?

Y para colmo, que el propósito del ataque no fuera el resarcimiento de injusticias ni el cambio del sistema, sino la destrucción total del estado colombiano, la democracia más antigua de América Latina.

Eso fue exactamente lo que sucedió en el festival Nova que se anunció como una celebración de “amigos, amor y libertad infinita”. Durante el último día de la fiesta judía de Sucot, el día que sucedió el ataque, asistieron entre 3.500 y 4.000 personas, en su mayoría jóvenes. 

Los terroristas cazaron como presa a sus víctimas, asesinando a 365 asistentes y violando brutalmente a las mujeres. Muchos más quedaron heridos y mutilados.

En un solo día más de 1,200 personas murieron en el sur de Israel: niños pequeños, ancianos y familias enteras aniquiladas. Fueron asesinados a tiros, quemados vivos y decapitados, mientras que 251 fueron secuestrados y llevados a la franja de Gaza. A los terroristas no les importaba la nacionalidad de sus víctimas, dos colombianos, Antonio Mesías Montaño e Ivonne Rubio fueron asesinados.

Cuando Israel contraatacó para detener los miles de cohetes que Hamás seguía lanzando contra su territorio, rescatar a los rehenes y evitar futuras masacres, su reacción, señor presidente, fue acusar al estado judío de perpetrar un holocausto contra los palestinos.

Desde entonces, usted sigue arremetiendo contra Israel, la única democracia en el medio oriente, tildando su ejército de nazis y comparando a su primer ministro, Benjamín Netanyahu con Adolf Hitler.

Su actitud es desconcertante, puesto que, en su discurso de toma de posesión, al lado de la espada del libertador, Simón Bolívar, usted hizo referencia a su anhelo de paz total en Colombia después de 6 décadas de lucha civil: «No podemos seguir en el país de la muerte, tenemos que construir el país de la vida.»

Israel está luchando por su vida

Israel sufre ataques en siete frentes desde octubre 2023, todos dirigidos por Irán, un país 70 veces más grande que Israel, cuya población es 9 veces mayor. Hamás es sólo uno de los representantes de esta teocracia, que siembra el terror en todo Oriente Medio y más allá.

Señor presidente Petro, Hamás no es el M19, ni el ELN, ni las Farc. Es algo más escabroso que amenaza no solamente a Israel sino al mundo entero por su odio sin límite y su crueldad que recuerda la época del oscurantismo.

Las disidencias de las Farc, el ELN, y el clan del golfo utilizan su cínica oposición a la paz como excusa para seguir enriqueciéndose mientras oprimen a las poblaciones locales. El derrotero de Hamás pide nada menos que la destrucción completa del estado judío mientras que su objetivo último es la subyugación del mundo entero al islam.

El medio de las organizaciones terroristas como Hamás para alcanzar sus metas es el martirio. Ismail Haniya, líder de Hamás en el pasado, dijo «Amamos la muerte como nuestros enemigos aman la vida».

Usted dijo en su discurso de posesión que Colombia tiene que transformarse de país de muerte en país de paz, pues bien, señor presidente, cuando se trata de una organización terrorista como Hamás, Israel tiene que luchar contra la muerte para seguir siendo un país de vida.

Colombia tiene mucho en común con el Estado de Israel

Pasé un tiempo en su hermoso país durante la década de los ochenta. Estuve al lado de mis amigos colombianos en su deseo de vivir vidas pacíficas y decentes en medio de la violencia triangular de los narcotraficantes, guerrilleros de izquierda y los paramilitares.

He tratado de conocer la historia de Colombia. Es difícil comprender el constante choque entre el partido liberal y el conservador, que engendró la guerra de los mil días y La Violencia. El estado colombiano, sin embargo, logró crear instituciones democráticas fuertes, pero a menudo socavadas.

A pesar de todos mis esfuerzos me ha quedado muy complicado entender a fondo los detalles y complejidades de la crónica colombiana. Sin embargo, sé que la gran mayoría de los colombianos quieren la paz, por inalcanzable que parezca. Nosotros, los israelíes, también buscamos una paz que nos es esquiva.

El origen de los palestinos de hoy

Así que no espero que usted, señor presidente, entienda la compleja historia del medio oriente. Pero al hacer afirmaciones como que «los palestinos son semitas de acuerdo a la biblia» para acusar al estado de Israel de antisemitismo, usted se arriesga a ponerse en ridículo.

Palestina no figura en la biblia. En 132 AC los romanos destruyeron el antiguo estado hebreo y exiliaron a los judíos, cambiando el nombre del territorio de Judea a Palestina, el nombre latino de los filisteos bíblicos, con el fin de borrar la antigua conexión judía a la tierra.

Los palestinos de hoy son descendientes de los árabes que salieron a la conquista del mundo conocido desde la península arábica blandiendo la espada de la religión recién fundada, el islam, en el siglo VII.

Solo apenas en 1968 los árabes de Gaza y Cisjordania empezaron a llamarse a sí mismos palestinos por primera vez, adoptando el nombre romano para describir un estado imaginario que nunca existió – Palestina.

Un destacado miembro de la OLP admitió en 1977 que «no hay diferencia entre jordanos, palestinos, sirios y libaneses» añadiendo que «sólo por razones políticas y tácticas hablamos hoy de la existencia de un pueblo palestino.» El derrotero de Hamás prohíbe renunciar a cualquier parte de Palestina porque eso «significa renunciar a parte de la religión.»

La verdad es que todas las organizaciones que pretenden luchar por la liberación de Palestina, bien sea la OLP, su sucesora, la Autoridad Palestina o Hamás comparten la misma idea: Utilizar a Palestina como medio para la destrucción de Israel. Cada vez que Israel hizo a los palestinos una oferta para la creación de su propio estado al lado de Israel, los líderes palestinos lo rechazaron y volvieron al terror.

Las ofertas de paz de Israel siempre son respondidas con terror

Mencionaré dos de los muchos esfuerzos de Israel para alcanzar la paz:

En 1993, Israel inició los Acuerdos de Oslo invitando a Yasser Arafat y sus secuaces de la OLP a tomar el control de Gaza y partes de Cisjordania como preludio de un tratado de paz final. En 2000, Israel ofreció a Arafat una serie de concesiones de largo alcance como parte de un acuerdo de paz final. En vez de firmar, Arafat, quien ya era presidente de la Autoridad Palestina, desató una ola horripilante de ataques suicidas matando a 1,184 israelíes.

Israel retiró unilateralmente sus asentamientos de la Franja de Gaza en 2006, dejando invernaderos en su lugar para que la población de Gaza pudiera prosperar. En cambio, Hamas, que fue elegido democráticamente para gobernar la franja el año siguiente, instaló lanzacohetes y construyó túneles para invadir a Israel.

Esto obligó a Israel a construir un muro de seguridad alrededor del enclave. Si Gaza es "una prisión al aire libre", como tantos en el mundo afirman, es una prisión hecha por los mismos palestinos. Ciertamente, la franja no es «un campo de concentración» como usted, señor presidente, afirma. Los prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz no disponían de miles de cohetes, fusiles automáticos, explosivos, y misiles antitanques con los que atacar a sus carceleros nazis.

La espada de Bolívar no es la espada del islam

Señor presidente, no confunda la espada de Bolívar, que tanto enmarca su vida, utilizada para liberar a su continente del dominio colonial, con la espada del islam. La espada de Bolívar es una orgullosa reliquia de la historia latinoamericana, pero no tiene nada que ver con un conflicto que usted ni siquiera trata de entender.

No señor, aquella es la espada conquistadora de la Yihad, que tiene como objetivo subyugar el mundo entero bajo el control musulmán. La aniquilación del único estado judío en el mundo es solo la primera etapa.

Señor Petro, usted en su calidad de presidente de una democracia, como lo es Colombia, tiene el derecho de criticar a Israel y hasta retirar al embajador colombiano de Tel Aviv.

Sin embargo, le pregunto ¿No está usted hiriendo la democracia colombiana al ponerse del lado de una entidad terrorista que niega los derechos humanos a los bebés al quemarlos vivos y decapitarlos ante sus padres?

¿No sería mejor ocuparse de las cada vez más frecuentes masacres en su propio país?, matanzas que han crecido debido a su sueño irrealizable de "paz total".

Usted declaró que el secuestro del padre del futbolista Luis Díaz en octubre 2023, fue «un acto que va en contra del mismo proceso de paz.» Pero ¿no está debilitando su ideal de "paz total" mientras ignora el hecho de que Hamás secuestró familias enteras, infantes y ancianos que siguen en cautiverio?

¿No sería mejor ocuparse de los secuestros en Colombia que se han aumentado 80% desde que usted llego al poder?

Los doce exministros de relaciones exteriores y cancilleres que firmaron una declaración conjunta en junio, en la que señalaron sus posturas sobre la guerra Israel-Hamás piensan que sus trinos «debilitan la institucionalidad de nuestra diplomacia y alejan las posibilidades de lograr una política de consenso en los asuntos internacionales.»

Voy a ir más lejos:

Al apoyar a un terrorismo genocida, perpetrado por Hamás, una entidad totalitaria con fines de conquistar el mundo, usted y los dirigentes de su clase están disminuyendo las posibilidades de paz, no solamente en Colombia sino también en el resto del planeta.

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