
Es fácil desistir de las citas y darse por vencida. Yo lo hago todo el tiempo. ¿Por qué abrir mi corazón a alguien sólo para que lo destroce?
Cada vez que vuelvo a casa después de otra mala cita, me desplomo en la cama y grito en silencio: ¡Me rindo! Me escondo bajo la manta, dejo que las lágrimas fluyan.
Pero luego algo me dice que vale la pena aguantar sólo un día más, y gimo en protesta. Entonces recuerdo las cinco razones para no desistir de las citas.
1. Acepta la incertidumbre porque nunca sabes cómo terminará cualquier emprendimiento.
¿A quién le gusta la incertidumbre? Uno quiere saber que sus esfuerzos darán resultados. Si tan sólo tuviéramos una bola mágica de cristal. Pero nadie tiene ni una pizca de profecía. Tienes que aceptar la incertidumbre.
¿Cómo?
Rabí Tarfón dice en Pirkei Avot: “No es tu deber terminar el trabajo, pero tampoco eres libre para descuidarlo”. No te preocupes por el resultado; enfócate en el esfuerzo, lo único que está bajo tu control.
Vuelve a intentarlo. Sí, algunas citas serán malas. Respira profundo e inténtalo nuevamente porque no todas son tan malas. Algunas incluso son agradables, pero la persona no es para ti. Acepta la incertidumbre y aprovecha la oportunidad de lograr cosas grandiosas.
2. Presta atención a tus éxitos.
El Talmud dice que formar parejas es tan difícil como dividir el Mar Rojo y que Dios está ocupado precisamente haciendo eso. Pero, ¿por qué parece que otros simplemente caminan atravesando el mar hasta la otra orilla como lo hicieron los israelitas, mientras que yo me quedo atascada en el barro con los egipcios? Cuando me siento un fracaso, me recuerdo a mí misma que hay otras cosas que he intentado y en las que sí tuve éxito, quizás incluso en el primer intento.
No des tus éxitos por sentado. Aprecia los elementos de éxito incluso en tus momentos de fracaso. ¿Quizás estás disgustado por fallar dos veces en el examen de abogacía? Pero quizás el tipo que pasó el examen en su primer intento necesitó doce clases antes de poder esquiar por la montaña sin caerse. Puede que tú seas el esquiador experto que él envidia.
Cada uno tiene sus puntos fuertes; Dios ha dispuesto caminos únicos para cruzar el mar. Algunos pueden tropezar en el barro o pisar piedras afiladas mientras otros pasan como si nada. Cuando me siento un fracaso, recuerdo que hubo chicos a los que les gusté. Quizás no era el momento oportuno o no funcionó. Pero no t5odas mis citas y mis relaciones fueron un fracaso, aunque no acabaran en el matrimonio, y debo recordarlo.
Enfócate en tus éxitos y en tus puntos fuertes y no permitas que tus fracasos te impidan seguir tu camino.
3. Recuerda fracasos famosos que terminaron triunfando.
Esto ya lo has escuchado antes: Pensaron que Albert Einstein era un discapacitado mental. Abraham Lincoln fue degradado de capitán a soldado raso en el ejército. Tomás Edison fue considerado demasiado estúpido para poder aprender.
Lo mismo es cierto respecto a muchos de nuestros sabios. Rabí Akivá tuvo un desarrollo muy tardío. Él era un simple pastor que a los 40 años no sabía nada de Torá, y sin embargo se convirtió en un destacado erudito de la Torá con más de 24.000 alumnos. Ahora que lo pienso, Moshé también era un simple pastor, al igual que el futuro rey David. Ruth, la bisabuela del rey David, era una conversa pobre y viuda. A ninguno de ellos le fue fácil, pero todos alcanzaron grandes alturas espirituales y llegaron a la grandeza.
4. No estás en una rueda interminable sino en una espiral.
Puede que sientas que estás viviendo tu película personal del “Día de la marmota”, reviviendo tu día una y otra vez. Pero recuerda que el día se repite hasta que el protagonista logra hacerlo bien. Eso significa que se está produciendo un cambio gradual. No estás en el mismo sitio, dando vueltas en una rueda de hámster o en una cinta caminadora. Tal vez tu estado civil todavía no haya cambiado, pero tú sí lo has hecho.
Te esfuerzas por ascender en una espiral. Cada vez que los intentas, te esfuerzas y fracasas y vuelves a intentarlo, sí ocurre algo. Tú creces, cambias, aprendes y terminas un poco más arriba en esa espiral.
5. Dios no renuncia a nadie.
Durante mi interminable periodo de citas sentí que aunque yo no hubiera desistido de Dios, quizás Él sí desistió de mí. Intento hacer tratos con Él. Me enojo con Él. Pero no soy indiferente. Puede ser que no reciba lo que quiero de Él, pero eso no significa que Él haya renunciado a mí.
Nada puede existir sin que Dios lo cree continuamente. Tú estás aquí; eso significa que Dios cree en ti. Él te está infundiendo nueva vida a cada momento, dándote oportunidades una y otra vez. Él no ha renunciado a ti.
Dios sabe que cada centímetro de progreso es un éxito. Es como si Él nos susurrara y nos diera un empujoncito: “Aquí tienes otra oportunidad, porque Yo sé que puedes hacerlo. Sólo inténtalo, una vez más”.
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