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No todos piensan como yo

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La primera elección que recuerdo fue la contienda entre Nixon y McGovern en 1972. Los estudiantes de mi clase en la escuela hebrea apoyaban abrumadoramente a McGovern. Éramos demasiado jóvenes para entender los temas en juego, así que mis compañeros simplemente repetían las elecciones de sus padres.

Una noche escuché a mi padre decirle a alguien: “Por supuesto que Nixon va a ganar. McGovern no tiene ninguna posibilidad”. Me quedé asombrada. ¿Cómo podía ganar Nixon si todos los que yo conocía estaban con McGovern?

Yo tenía sólo ocho años. ¿Cómo iba a entender que mi clase homogénea no representaba en absoluto al país en general? Algunos dicen que una de las razones por las que Kamala Harris perdió fue la incapacidad de su partido para entender que las élites, celebridades y medios no eran más representativos de la diversidad estadounidense que lo que era mi clase en 1972. Douglas Adams dijo: “El supuesto más difícil de cuestionar es aquel que ni siquiera sabes que estás haciendo”.

La religión es otro ámbito donde la gente suele hacer suposiciones. Reconociendo que no todos son cristianos, muchos estadounidenses ahora dicen “Felices Fiestas”. Sin embargo, la mayoría de mis colegas europeos no usan esta frase inclusiva y siguen deseando a todos una “Feliz Navidad”.

Un amigo musulmán francés me contó un recuerdo de su infancia. Al volver de las vacaciones de invierno, su maestra pidió a los alumnos que describieran los regalos que habían recibido en Navidad. No queriendo quedarse fuera, mi amigo inventó algunos regalos. La maestra asumió incorrectamente que todos celebraban la Navidad.

También están aquellos que sí reconocen las diferencias religiosas, pero buscan imponer sus creencias a otros.

Una colega mía, al enterarse de que yo no celebraba la Navidad, dijo que me traería un libro sobre Jesús. Cuando le conté esto a otra colega, me respondió que la mujer “sólo intentaba ayudarme”.

Mi clase homogénea en la escuela judía. Yo soy la niña en la extrema derecha.

A fines del 2024 en Oklahoma, el superintendente estatal proclamó que todas las escuelas están obligadas a incluir en su currículo la Biblia y los Diez Mandamientos. Leyes similares se intentaron en Texas y Luisiana, pero fueron anuladas. Ignorando la separación entre Iglesia y Estado, el vicegobernador de Texas dijo que lo intentaría de nuevo en 2025. Tanto la Biblia como los Diez Mandamientos difieren entre las religiones protestante, católica y judía, y por supuesto, personas de otras religiones no suscriben a ellos.

Peor aún es el islamismo radical, cuyo objetivo es usurpar todas las demás religiones. Sin saberlo, los manifestantes pro-palestinos apoyan a Hamás y a otros grupos respaldados por Irán que no claman por un estado palestino o la liberación de Palestina, sino por la eliminación de los infieles. Su meta principal es imponer a todos la ley Sharia mediante la creación de un califato islámico mundial.

A diferencia de los seguidores de otras religiones, los judíos no hacemos proselitismo. De hecho, la ley judía nos prohíbe tratar de convertir a alguien o imponer nuestras prácticas religiosas. El judaísmo enseña que todos los pueblos justos comparten un lugar igual en el cielo, sin importar su fe.

La universidad Brandeis, mi alma mater, tiene un campus hermoso con una arquitectura impactante. Uno de los aspectos más inspiradores es la disposición de sus diferentes casas de oración. El diseño fue estratégicamente planeado para que ningún edificio proyecte sombra sobre otro, simbolizando la tolerancia y la coexistencia pacífica.

En 1972, Nixon ganó por una mayoría abrumadora, con 520 votos electorales frente a los 17 de McGovern. Fue entonces, en medio de la homogeneidad de mi escuela judía, cuando descubrí la heterogeneidad de los Estados Unidos y comprendí que las opiniones de quienes me rodeaban no eran necesariamente las del resto del país. A lo largo de los años que estudié Torá, Talmud y Mishná en esa escuela, nunca escuché de los rabinos una sola palabra despectiva hacia otras religiones ni hacia quienes las seguían. Nosotros teníamos nuestras creencias, otros las suyas, y no había razón para considerarlas mutuamente excluyentes.

Qué fenomenal sería si todos pudiéramos reconocer y aceptar que no todos piensan como nosotros.

Qué magnífico sería si todos pudiéramos regocijarnos en nuestras propias religiones, mantener firmes nuestras creencias y, sin embargo, como las casas de oración en Brandeis, jamás proyectar nuestra sombra sobre las demás.

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