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¿Por qué debemos anhelar la llegada del Mesías?

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Al presentarnos ante el Tribunal Celestial después de 120 años, no se nos preguntará cuán exitosos fuimos económicamente ni cuántos seguidores teníamos en las redes sociales, sino qué clase de personas fuimos. Curiosamente, el Talmud (Shabat 31a) enseña que una de las primeras preguntas que se nos hará será: “¿Anhelaste la llegada del Mashíaj (Mesías)?”*.

¿El Mashíaj? Seamos sinceros: ¿quién piensa en el Mashíaj? Estamos tan abrumados con nuestras vidas diarias, responsabilidades y frustraciones que raramente miramos más allá del presente para pensar en asuntos cósmicos.

Sin embargo, el judaísmo dice que no sólo debemos creer en la llegada definitiva del Mashíaj, sino que debemos anhelarlo y esperarlo con ansias cada día.

¿Por qué es tan importante? ¿Acaso sabemos realmente qué es lo que esperamos, cómo se verá el mundo una vez que llegue? Y quizá lo más inquietante: si la vida ya es bastante cómoda (libres para seguir nuestra religión, vivir y prosperar), ¿estamos siquiera seguros de que queremos que venga el Mashíaj?

Para comprender la Era Mesiánica

Maimónides (en Leyes de los Reyes y sus Guerras, cap. 12), después de describir lo que logrará el Mashíaj (principalmente, reinstaurar la dinastía davídica, supervisar la construcción del Templo y reunir a los exiliados), describe cómo será la era mesiánica. Maimónides escribe lo siguiente (ligeramente parafraseado):

No supongas que en los Días del Mashíaj se anulará algún aspecto del orden natural del mundo ni habrá novedad alguna en el funcionamiento de la Creación. Más bien, el mundo funcionará de manera habitual. Y lo que dice en Isaías (11:6) (“El lobo morará con el cordero y el leopardo se echará con el cabrito”) es una metáfora, que significa que Israel vivirá en paz junto con las naciones idólatras, antes consideradas como lobos y leopardos... Los Sabios dijeron: “No hay diferencia entre este mundo y los Días del Mashíaj, excepto la desaparición de la subyugación [de Israel] a los reinos” (Talmud, Berajot 34b).

Más adelante en ese mismo capítulo, Maimónides continúa diciendo:

Los sabios y los profetas deseaban la era mesiánica no para que Israel gobernara el mundo o subyugara a las naciones, ni para que las naciones los estimaran, ni para comer, beber y alegrarse. Más bien, [la deseaban] para poder estar libres para estudiar la Torá y su sabiduría, sin que nada los perturbara. Así merecerían la vida del Mundo Venidero... En ese tiempo no habrá hambre ni guerra, ni celos ni competencia. Habrá gran abundancia de bien, las delicias serán comunes. Y todo el mundo se ocupará únicamente del conocimiento de Dios... Como está dicho: “Porque la tierra se llenará del conocimiento de Dios como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

Maimónides trastoca muchos conceptos erróneos sobre la era mesiánica

Algunas personas tienden a imaginarla en términos aterradores y metafísicos, una colosal lucha apocalíptica, el enfrentamiento final entre el bien y el mal. El bien finalmente triunfará, sí, pero sólo después de un terrible derramamiento de sangre y sacudidas horribles y trascendentales.

Otros imaginan la era mesiánica como algo sobrenatural, una existencia irreal y fantástica, más inquietante que atractiva. Y hay quienes ven el Fin de los Días como un evento político. El Mashíaj será un rey guerrero, descendiente de David, que gobernará un imperio mundial de sangre y acero, enviando sus legiones fieles y fanáticas a someter violentamente a todas las naciones al reinado majestuoso (y férreo) de Dios.

Un mundo de paz

En contraste, Maimónides presenta la era mesiánica en términos mucho más modestos y cotidianos. Cuando llegue el Mashíaj, el mundo no se transformará en algo temible o irreconocible. Más bien, será como siempre deseamos que fuera. Será un tiempo de abundancia, prosperidad, paz mundial y amor universal, ideales que la humanidad ha anhelado eternamente pero que siempre han sido esquivos.

El mundo no se transformará en algo temible o irreconocible. Será más bien como siempre deseamos que fuera.

La humanidad vivirá con comodidad; nadie luchará por sobrevivir ni para llegar a fin de mes. Las naciones ya no gastarán enormes recursos en defensa y armamento. No habrá más guerras ni atentados terroristas. No habrá más padres enterrando a sus hijos, con ayuda de Dios, jamás. Como dice Isaías: “Forjarán sus espadas en arados y sus lanzas en podaderas; ninguna nación alzará espada contra nación ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

Israel y toda la humanidad buscarán sabiduría y espiritualidad, y tendrán tanto el tiempo como la tranquilidad mental para encontrarla.

Israel y toda la humanidad buscarán sabiduría y espiritualidad, y tendrán tanto el tiempo como la tranquilidad mental para encontrarla. Y lejos de que el pueblo judío tenga que subyugar por la fuerza a las naciones del mundo, estas buscarán a los judíos para que les ayuden a servir a Dios y aprender Su sabiduría. También está escrito: “Y sucederá al Final de los Días que la montaña de la casa de Dios será establecida sobre la cima de las montañas... y todas las naciones confluirán hacia ella. Y muchos pueblos irán y dirán: ‘Vengan, subamos al monte de Dios... y Él nos enseñará Sus caminos...’” (Isaías 2:2-3). Porque por encima de todo, la era mesiánica será un tiempo de conocimiento universal. “La tierra se llenará del conocimiento de Dios como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

Sólo el comienzo

Hay dos conclusiones clave en la visión de Maimónides sobre el Fin de los Días. Primero, la era mesiánica no será el final de la historia del mundo, sino en cierto sentido su verdadero comienzo: el comienzo de cómo el mundo debería haber sido siempre.

El Mashíaj no vendrá para traer la culminación definitiva de la historia, ni para salvar al mundo con un acto milagroso, sin dejar nada más por hacer. Más bien, él establecerá las bases: inaugurará una era de paz y prosperidad. Pero luego dependerá de nosotros. Entonces estudiaremos la Torá de Dios y hallaremos realización espiritual. Cada persona, judía o no, vivirá una vida feliz y significativa, y merecerá su parte en el Mundo Venidero. El escenario estará listo para que la humanidad perfeccione realmente el mundo. Y entonces, al fin, tras milenios de lucha, conflicto y odio, podremos verdaderamente comenzar.

Reconciliación universal, no venganza

En segundo lugar, será un tiempo de armonía universal. La humanidad se unirá en el servicio a Dios. Todos estaremos encaminados hacia el mismo objetivo noble, y nos ayudaremos mutuamente a alcanzarlo. Al mirar la historia del mundo hasta ese momento, surge un mensaje profundamente inspirador.

El pueblo judío ha sido quizá el más perseguido de la historia. Hemos sufrido pogromos, expulsiones y genocidio. Y durante la mayor parte de la historia, prácticamente nadie tuvo que rendir cuentas. Tras la masacre o el exilio, los judíos sobrevivientes simplemente debían levantarse, seguir adelante y comenzar de nuevo.

Sin duda el Cielo no ha olvidado ni una sola injusticia cometida contra Su pueblo amado, ni contra ningún oprimido en el mundo. Dios no ha olvidado ni una lágrima ni una gota de sangre judía. Podríamos pensar que sin dudas la era mesiánica será el momento de ajustar cuentas, de vengarnos de nuestros enemigos que tanto nos atormentaron.

Sin embargo, esa imagen no figura en absoluto en la descripción talmúdica del Fin de los Días. La era mesiánica no se trata de revancha ni de saldar cuentas. Como escribió Maimónides, los sabios y profetas no anhelaron ese tiempo para gobernar sobre el resto de la humanidad ni para desquitarse de quienes nos menospreciaron y persiguieron durante siglos.

Es cierto que muchos de los malvados serán castigados en las guerras previas a la era mesiánica. Pero, en última instancia, nuestra tarea será guiar, no regodearnos de esas mismas naciones que nos odiaron y oprimieron. Nuestra misión no será vengarnos de ellas, sino, por el contrario, enseñarles sobre el Dios al que tanto se opusieron y que, en el fondo, siempre anhelaron. Y al hacerlo, ayudaremos a nuestros propios enemigos a encontrar felicidad y realización.

Nuestra tarea será guiar, no regodearnos de las naciones que nos odiaron y oprimieron.

Anhelar la llegada del Mashíaj

¿Por qué el judaísmo considera tan importante que anhelemos activamente la llegada del Mashíaj?

Dios no creó el mundo para que sólo unos pocos lo reconozcan y vivan vidas con sentido. Él desea que toda la humanidad se una en Su servicio y halle verdad y realización. Ningún ser humano debe quedarse atrás.

Al anhelar la llegada del Mashíaj, expresamos nuestra esperanza más profunda de un mundo finalmente en paz, donde no hay más guerras, odio ni sufrimiento.

Al anhelar la llegada del Mashíaj, expresamos nuestra esperanza más profunda de un mundo finalmente en paz, donde no hay más guerras, odio ni sufrimiento. Será un mundo donde cada persona conocerá su propósito, donde el pueblo judío cumplirá su misión de ser luz para las naciones, y donde toda la humanidad vivirá en armonía bajo la verdad de Dios. Anhelar la llegada del Mashíaj es desear un mundo donde reine la justicia, donde las familias vivan con alegría y seguridad, y donde el conocimiento de Dios llene la tierra. Quizás podamos servir a Dios como lo hacemos ahora, en un mundo oscuro y sin espiritualidad. De hecho, nuestro desafío y recompensa es mayor al descubrir a Dios en la oscuridad. Pero no debemos pensar sólo en nosotros mismos. Debemos preocuparnos por Dios, y por el bien de todos los demás sobre la tierra. Dios desea que toda la humanidad alcance la plenitud, no sólo nosotros. Y debemos anhelar activamente el día en que eso finalmente se haga realidad.

Pero nuestro anhelo no es pasivo, es un recordatorio diario de que cada uno de nosotros tiene un papel en acercar esa realidad: difundiendo bondad, buscando la verdad, viviendo con integridad y acercándonos —y acercando a otros— a Dios. Al anhelar al Mashíaj, nos comprometemos a ayudar a construir un mundo que pronto recibirá al Mashíaj. Que llegue pronto en nuestros días.


* Algunas de las otras preguntas fundamentales que se nos harán son si conducimos nuestros asuntos con honestidad y si dedicamos tiempo al estudio de la Torá.

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