Vivir bajo fuego en Tel Aviv

Durante más de 20 años, el valiente pueblo de Sderot y el área circundante a Gaza ha enfrentado la amenaza constante de cohetes desde Gaza. Su fortaleza y resiliencia despertaban profunda admiración desde la distancia. Se ofrecían palabras de simpatía, se pronunciaban mensajes de solidaridad... pero, en verdad, era imposible comprender realmente lo que significaba vivir esa dura realidad, día tras día.

Hasta ahora.

Lo que antes se sentía como una pesadilla lejana, casi irreal, se ha convertido en nuestra vida cotidiana. En plena noche, sentada en nuestro refugio mientras sonaban sirena tras sirena, con el corazón acelerado y pensando en mis seres queridos, comprendí que Tel Aviv se ha convertido en la nueva Sderot.

El sonido de las sirenas quiebra la noche, nos deja despiertos, ansiosos, contando los segundos hasta estar a salvo. Hay un momento de duda antes de meterse a la ducha, acechados por el temor de qué ocurriría si suena la alarma. Afuera, cada paso se da con aprensión, los ojos fijos en el cielo con ansiedad, preguntándonos si este momento será seguro o si deberemos correr desesperadamente hacia un refugio.

A quienes viven en el sur y el norte de Israel: lamento no haber estado antes a su lado

Quiero extender mis más sinceras disculpas a las valientes personas del sur y del norte de Israel, por no haber ofrecido un mayor apoyo a quienes han soportado esta aterradora y peligrosa realidad durante tantos años.

Sólo ahora, al encontrarme viviendo bajo la misma sombra de miedo, empiezo a comprender realmente el coraje y la resiliencia que se requieren para resistir. Lamento que haya tenido que pasar por esta experiencia dolorosa para entender plenamente su lucha diaria, y bajo la cabeza en respeto ante su fortaleza.

Un momento de terror personal

Mi hijo estaba en su auto con su bebé de 11 meses cuando la sirena desgarró el aire. Sin tiempo para pensar, corrieron a refugiarse bajo un puente, junto a desconocidos unidos por el miedo. En esos interminables y angustiosos momentos, llamó por videollamada de WhatsApp a su amada esposa y a mí.

Nunca olvidaré lo que vi. Sus ojos, llenos de terror mientras luchaba por mantenerse sereno para su hijo. Mi nuera, con el rostro bañado en lágrimas silenciosas, tratando de reunir una fuerza que no sabía que tenía. Mi precioso nieto, tan pequeño, tan inocente, sonriendo, sin darse cuenta del peligro que lo rodeaba.

Mientras observaba, impotente, sentí que se me rompía el corazón. Recé con cada fibra de mi ser para que ellos, y todos los que se refugiaban bajo ese puente, sobrevivieran. Que esta pesadilla pasara. Que ningún padre, ningún abuelo, ningún ser humano tuviera que presenciar una escena así.

El espíritu inquebrantable de una nación

En medio de este terror, algo se agita profundamente dentro de mí, un sentimiento de asombro. Asombro ante la resiliencia de nuestro pueblo. Incluso cuando llueven misiles sobre nuestras ciudades, más de 150.000 israelíes en el extranjero están luchando por volver a casa. A casa. A un país bajo fuego, a una nación en guerra. No huyen del peligro; corren hacia él, para estar hombro con hombro con sus hermanos y hermanas, para servir, proteger, ayudar, pertenecer.

Este es el espíritu inquebrantable de nuestra nación. Am Israel Jai —el pueblo de Israel vive. Elegimos la vida, el coraje y la unidad, incluso cuando el cielo arde sobre nosotros.

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