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El Holocausto y el perdón

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Últimamente, mis pensamientos han estado profundamente arraigados en el Holocausto, evocando un profundo sentimiento de tristeza por todos los afectados por él. Mi abuelo, Fred S. Strauss, era de un pequeño pueblo llamado Nidda, en Alemania. Él logró escapar de las garras de la Alemania nazi. Su escape fue impulsado por la previsión de su madre al ver que la situación en Alemania empeoraba. Inicialmente aceptado por algunas de las mejores universidades del país, posteriormente le fue denegada la admisión debido a que era judío. El aliento de su madre para huir a los Estados Unidos le salvó la vida y, eventualmente, la de sus padres y su hermana. Trágicamente, 16 miembros de su familia perecieron en los campos, dejando a Nidda sin ninguno de sus habitantes judíos hasta la actualidad.

Hoy, en lugar de judíos vivos, el Museo Zimmerman Strauss se erige como un símbolo de resistencia, perdón y memoria. Establecido en el 2002 por mi abuelo, junto al sacerdote y el alcalde del pueblo, conmemora a los judíos que murieron durante el Holocausto y ofrece esperanza y reconciliación a un pueblo que fue testigo de la desaparición de su comunidad judía. En abril del 2024 celebramos su reapertura después de importantes renovaciones, marcando un nuevo capítulo en el proceso continuo de sanación y recuerdo. Esto me permitió reflexionar sobre lo que todo esto significa y procesar lo que debió haber sido para mis ancestros mientras miro a mis hijas con temor por su futuro.

Mi abuelo, Fred S. Strauss

Pensé profundamente sobre la perspectiva de vida de mi abuelo y de muchos otros que han escrito sobre sus experiencias de supervivencia al Holocausto, como Victor Frankl, Elie Wiesel y Edith Eger. Las ideas de Eger sobre el perdón ofrecen una lección profunda sobre cómo superar los horrores del Holocausto. Ella sugiere que el perdón es un acto de autoliberación más que un perdón a los errores de los demás o una forma de borrar el pasado. El perdón nos permite liberarnos del odio y la victimización, llevando vidas impulsadas por el empoderamiento y la elección, no por el rencor. Esta perspectiva no sólo da testimonio del espíritu resiliente de la humanidad, sino que también proporciona una hoja de ruta para aquellos que luchan con sus propias cicatrices de dolor e injusticia. Eger nos anima a enfrentar nuestras heridas más profundas y elegir un camino marcado por la empatía, la comprensión y la libertad, una invitación realmente convincente para transformar nuestras vidas a través del poder del perdón y la gratitud.

"Perdonar es llorar —por lo que ocurrió, por lo que no ocurrió— y liberar el anhelo de un pasado diferente". - Edith Eger, La bailarina de Auschwitz

La increíble historia de supervivencia de mi abuelo y su filosofía de vida basada en el perdón lo inspiraron a crear un museo. Este museo honra a quienes perdimos y asegura que las futuras generaciones recuerden a la comunidad judía que una vez prosperó en Nidda. La dedicación mostrada por los voluntarios actuales (descendientes de aquellos que quizás alguna vez ignoraron o contribuyeron al sufrimiento de mis ancestros) destaca el inmenso potencial de cambio y compasión dentro de todos nosotros.

Su responsabilidad colectiva hacia la historia y su genuino arrepentimiento por el pasado han sido fundamentales en la renovación del museo y en su relevancia continua, brindando una chispa de esperanza mientras observo lo que ocurre en el mundo. Lugares como el Museo Zimmerman Strauss subrayan nuestro compromiso compartido de "Nunca Más". Aunque se erige como un recordatorio contundente de las atrocidades pasadas, también simboliza los logros posibles cuando nos unimos para enfrentar y aprender de la historia.

El perdón es un camino hacia nuestra sanación y el fortalecimiento de nuestras relaciones con los demás. Abre la puerta a conexiones más profundas y significativas e invita a la paz interior en nuestras vidas. Al enseñar a nuestros hijos estas lecciones, podemos avanzar para crear una vida mejor, sin importar el pasado.

Cuando llegué a conocer a mi abuelo, él ya había construido una vida notable y multifacética como hombre de negocios, esposo, padre y abuelo. Su regreso a Alemania no estuvo marcado por el odio o la ira, sino por un deseo de honrar la memoria de los perdidos en su antiguo hogar. Cuando se le preguntó sobre su capacidad para perdonar, explicó: "Siempre debemos recordar para evitar que la historia se repita, pero también debemos perdonar. Estoy vivo y agradecido. Mis experiencias me han formado; soy quien soy gracias a ellas". Mi abuelo abrazó su pasado, sin importar cuán injusto o traumático fuera, reconociendo el valor de la vida y el papel crucial del perdón para seguir adelante.

Mientras el odio crece en el mundo, cada uno tiene una opción. No puedes alterar tu historia, pero puedes decidir cómo influye en tu presente. ¿Usarás tus experiencias para mejorar el mundo, o las justificarás como excusa para infligir dolor a los demás?

Podemos centrarnos en lo negativo y la dura batalla por delante, o podemos trabajar para ser la luz que queremos ver en el mundo. Este Iom HaShoá, lamentemos los horrores del pasado, pero también mostremos al mundo cómo se ve recordar nuestra historia para honrar a nuestros antepasados, no como una forma de odiar a los demás, buscar venganza o arreglar un pasado que no podemos cambiar. En cambio, es una forma de decir que sabemos que esto ocurrió, pero estamos aquí y juntos encontraremos una manera de amar y sanar el mundo.


Referencia

  • Eger, E. (2018). La bailarina de Auschwitz - Una inspiradora historia de valentía y supervivencia - Editorial Planeta 

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