
Tom Gale nunca supo con qué chocó. Al regresar de la universidad para pasar el fin de semana en casa, conducía por una autopista canadiense a 150 kilómetros por hora en su brillante Triumph Spitfire rojo. El descongestionante nasal que había tomado esa mañana lo hizo sentir somnoliento.
"Quité la vista de la carretera por un minuto… Eso es todo lo que hace falta a 150 kilómetros por hora", dijo Tom.
El convertible, con la capota bajada, le pasó por encima.
Tom despertó dos semanas después. "La mayoría de los huesos de mi cuerpo estaban rotos, incluidas todas mis costillas. Los médicos me mantuvieron inconsciente durante esas primeras y más dolorosas semanas. Fue más humano".
Las probabilidades de que Tom sobreviviera eran de una entre mil. Pero como era joven y estaba en excelente condición física, su cuerpo pudo luchar. "Durante esas dos semanas perdí 36 kilos. Cuando desperté, ni siquiera me reconocía".
Tom sufrió una grave lesión en la columna vertebral que dejó paralizada la mitad inferior de su cuerpo.
Pero Tom llegó a disfrutar del desafío. "Me propuse mover el dedo de mi pie. Como era la extremidad más alejada de mi cerebro, era la mejor manera de demostrar control muscular voluntario".
Un día sintió que su dedo del pie se movía. ¡Pudo moverlo! Cirujanos de todo el país volaron para presenciar este logro histórico.
Después de 18 meses de intensa fisioterapia, Tom logró volver a ponerse de pie y caminar con un bastón.
"Los médicos consideraban que la probabilidad de que eso ocurriera era una en 5.000".
La Búsqueda
El accidente sacudió a Tom hasta lo más profundo de su ser. "Enfrentarse a la mortalidad siempre te hace pensar", dice.
Él comenzó a explorar la espiritualidad.
Tom creció en un hogar cristiano, el mayor de cuatro hermanos. "Mi madre creía firmemente en Dios y siempre decía que era cristiana. Pero no tenía ninguna práctica religiosa y nunca pisó una iglesia. Nunca supe por qué".
Había también otras cosas inexplicables: el fuerte apoyo de su madre a Israel, la tía que tenía un hogar judío, y la abuela que escondía una caja de matzá debajo de su cama.
Siendo un ávido lector, Tom exploró toda clase de religiones, desde las tradicionales hasta las más extrañas. No encontró lo que buscaba.
Pero en una conferencia conoció a la mujer que pronto se convertiría en su esposa.
Katherine había crecido en una granja en el rural Ontario, con una crianza religiosa similar a la de Tom. La base de su hogar era una fuerte creencia en Dios, sin matices ni imágenes cristianas.
La madre de Guershom nunca pronunció ni una palabra sobre el secreto enterrado profundamente en su interior.
Un día de 1983, Tom entró en una librería judía en Toronto. "Le dije al hombre que quería estudiar Talmud. Me miró algo extrañado y me entregó una traducción al inglés del Tratado de Berajot".
Tom devoró el material. "No puedo explicarlo, pero me atraía como un imán".
Una vez, Tom estaba leyendo el Talmud y lloraba. Su madre le preguntó: "¿Qué te pasa?"
"Es tan hermoso", dijo. "Esto me está hablando. Siento como si estuviera viviendo un ‘llamado a casa’."
La madre de Tom no dijo una palabra. Pero como Tom descubriría más tarde, le costaba un esfuerzo sobrehumano contenerse.
Guershom Gale fue durante 25 años editor del Jerusalem Post (Foto: Mijal Meyer)
Mientras tanto, la esposa de Tom observaba con curiosidad. Un día, él llevó a casa una copia de "Living Torah" (La Torá Viva) de Rav Aryeh Kaplan. Katherine lo leyó y dijo: "He estado buscando la verdad toda mi vida. La respuesta está aquí. ¿Qué hacemos ahora?"
Tom abrió la guía telefónica y llamó a un rabino que resultó ser ortodoxo. Comenzaron a estudiar para su conversión.
Pasaron casi cinco años, pero cuando la conversión se finalizó, Tom y Katherine, ahora Guershom y Dina, cumplieron su sueño y, junto con sus dos hijos pequeños, se mudaron a Israel.
Gershom fue contratado como editor del The Jerusalem Post, donde trabajaría durante los próximos 25 años.
Varsovia, 1939
En medio de todo esto (la búsqueda, el descubrimiento, la conversión, la aliá), la madre de Guershom nunca pronunció ni una palabra sobre el secreto enterrado en su interior.
La madre de Guershom creció como Miriam Zimmerman en una familia judía en la ciudad polaca de Lodz. La familia celebraba el Shabat y las festividades judías. En 1939, cuando los nazis invadieron Polonia, el padre de Miriam pensó que sería más seguro estar en la ciudad más grande de Varsovia.
El traslado resultó ser desafortunado. Con el tiempo, las bestias nazis encerraron a los 400.000 judíos de Varsovia en una jaula de 3,4 kilómetros cuadrados llamada el Gueto de Varsovia.
A la tierna edad de 13 años, Miriam fue acosada por el hambre, la enfermedad y las mortales golpizas a manos de los monstruos uniformados.
La familia Zimmerman vivía en una habitación pequeña. Miriam, cuya cabellera rubia y ojos azules le daban un "aire gentil", era enviada todos los días a buscar comida.
Para la primavera de 1943, el padre de Miriam decidió que sus perspectivas de sobrevivir en el Gueto eran escasas y que debían esconderse en el lado "ario" de Varsovia.
Gracias a la amabilidad de una mujer cristiana llamada Christine Panek, la familia de Miriam pudo obtener documentos falsos como cristianos.
El documento falso de Miriam Zimmerman, bajo el nombre de Helena Maria Plochocka ("Mary") (Cortesía: Fundación Azrieli)
A partir de ese momento, Miriam Zimmerman pasó a ser conocida como Helena Maria ("Mary") Plochocka, la “prima” de Christine Panek. La madre de Miriam se convirtió en su "tía" Jadwiga Mozdrzvaske. Y la hermana de Miriam, Jaia, pasó a ser una “prima” llamada Helen.
Estas nuevas identidades se convirtieron en la defensa inquebrantable de la familia para no ser atrapados. A lo largo de la guerra, usaron exclusivamente sus nombres cristianos y nunca hablaron de su verdadera relación como padres, hijos o hermanos.
Incluso fuera del Gueto, el miedo a la muerte nunca estuvo lejos. Portar papeles falsos no era suficiente protección, como lo descubrió el tío de Miriam. Él fue detenido en la calle por un grupo de soldados de la Gestapo que le exigieron desnudarse. Cuando vieron que estaba circuncidado, lo mataron de un disparo.
La familia Zimmerman vivió en un apartamento con Christine, donde a menudo se escondían en un armario tan pequeño que realmente corrían el riesgo de asfixiarse. "Estábamos constantemente aterrados de que nuestro secreto fuera descubierto y que nos mataran a todos", recordó Miriam más tarde.
Una vez, un grupo de nazis irrumpió en el departamento. Un soldado empujó a Miriam al baño, le puso un arma en la cabeza y le dijo: “Si haces algo, te disparo aquí mismo.” Miriam lo miró con calma y le dijo: “Si me disparas, te perseguiré por el resto de tu vida”.
Él la dejó sin hacerle daño.
Un día de 1944, estalló el caos cuando un oficial alemán fue asesinado en el distrito de Wola de Varsovia, donde vivía la familia de Miriam. La respuesta alemana fue una refriega de disparos, saqueos y violaciones de polacos. Cuarenta hombres polacos fueron sacados de sus casas y fusilados.
Miriam escuchó disparos en la calle. Salió corriendo. Allí encontró a su padre... tendido entre un montón de cadáveres.
Unas semanas después, Miriam despertó a las 2 de la madrugada y encontró a alguien sentado en su cama. Era su padre muerto: “Vine a advertirte. Esta casa será bombardeada en los próximos 10 minutos. Debes ir a un refugio de inmediato”. Miriam creyó esto, despertó a su madre y hermana y las convenció para que la siguieran. Apenas salieron, el edificio explotó.
La Marcha de la Muerte
Aunque tenían documentos cristianos, Miriam, su madre y su hermana fueron arrestadas como “prisioneras políticas polacas” y deportadas en un vagón de ganado. “El calor era sofocante y no teníamos agua para beber”, contó Miriam. “En las paredes del vagón aparecieron pequeñas gotas de agua, creadas por el aliento de todas las personas atrapadas, e intentábamos lamer las gotas de las paredes porque teníamos mucha sed”.
El tren las llevó a Ravensbrück, el infame campo de concentración femenino lleno de gitanos, monjas, patriotas polacos, criminales, prisioneros de guerra soviéticos, comunistas, lesbianas… y aproximadamente el 15% de las prisioneras eran judías.
Como "cristiana", a Miriam le dieron un parche de "triángulo rojo" designado para los prisioneros políticos.
Poco después, Miriam fue transferida a Buchenwald. Las condiciones en ese campo eran indescriptibles, con hambre generalizada, enfermedades, experimentos con humanos, trabajo agotador y ejecuciones. Una vez, un oficial de las SS pateó a Miriam en el costado de la cara, derribándola y rompiéndole la mandíbula. "Después de eso nunca pude abrir bien la boca", dijo ella.
A los 17 años, Miriam pesaba 36 kilos.
El abrigo que Miriam usó en Buchenwald. En la imagen más pequeña se ve el parche que la identificaba como una prisionera política (cortesía de la Fundación Azrieli)
Debido a la desnutrición, sus piernas se cubrieron de úlceras supurantes. "Las heridas eran tan profundas que podía meter mi dedo en ellas y tocar el hueso de mi pierna".
Miriam se vio obligada a estar de pie durante horas en el frío, con los pies y las manos desnudos. Hasta muchos años después, sus manos hinchadas fueron un recordatorio escalofriante del frío en Buchenwald.
En la primavera de 1945, con el Ejército Rojo soviético acercándose rápidamente, la máquina nazi decidió exterminar a tantos prisioneros como fuera posible, para “silenciar a los testigos acusadores.” A medida que los rusos se acercaban más y más, las SS obligaron a 20.000 prisioneros a una marcha de la muerte.
Durante tres semanas, Miriam, su madre y su hermana atravesaron el helado campo alemán. Cualquiera que no pudiera seguir el paso era fusilado en el acto. El 85% no sobrevivió a la marcha.
"Encontramos agua sucia para beber... y de vez en cuando algo de comida para animales," recordó Miriam.
Un día, su grupo era custodiado por un único soldado adolescente. Cuando se quedó dormido, las mujeres pensaron en destrozarlo. Pero Miriam tuvo otra idea: arrojó su rifle al río. Cuando el soldado escuchó el impacto en el agua, despertó y vio a 300 mujeres mirándolo furiosas. De inemdiato salió corriendo.
Las mujeres llegaron al pueblo de Plzen, Checoslovaquia. La guerra finalmente había terminado. “Un hombre salió de la iglesia con un niño pequeño en sus brazos y nos miró,” recuerda Miriam. “Vi sus ojos ir a mis piernas supurantes con disgusto”. El hombre le entregó a Miriam sus zapatos y luego fue a traerles comida.
Miriam, su madre y su hermana, que milagrosamente sobrevivieron, fueron enviadas a un campo de desplazados en Aschaffenburg, Alemania. Un oficial del Ejército Canadiense llamado Arthur Gale había sido designado por las Naciones Unidas como director del campo. Arthur no sabía polaco y necesitaba a alguien para traducirlo. La promesa de comida extra hizo que Miriam Zimmerman se ofreciera de inmediato, a pesar de no saber más de 20 palabras en inglés.
A medida que Miriam y Arthur pasaban más tiempo juntos, se hicieron buenos amigos y decidieron casarse. "Le dije a Arthur que era judía, y él dijo que no le importaba en absoluto".
(Helen, la hermana de Miriam, conoció a un soldado judío estadounidense y tuvo una boda judía en el campo de personas desplazadas. Ellos estuvieron felizmente casados durante 68 años y vivieron una vida judía en Pittsburgh, Pennsylvania. El esposo de Helen falleció en el 2013).
Los recién casados Miriam y Arthur Gale se mudaron a Nueva Escocia, Canadá, donde criaron a una familia de dos hijos y dos hijas.
Miriam trató de utilizar las lecciones de la guerra para ayudar a los demás. “Eduqué a mis hijos para que fueran tolerantes y recibimos a familias inmigrantes en nuestra casa”. Cuando los vecinos de Jamaica enfrentaron discriminación, Miriam “los adoptó.” Cuando llegaron a Toronto refugiados de China y Sri Lanka, Miriam los acomodó en su casa y les ayudó a instalarse. “Hice estas cosas por lo que Christine Panek hizo por nosotros, para salvar nuestras vidas en Polonia”.
Miriam hizo que su madre y su hermana juraran mantener un estricto secreto.
Sin embargo, Miriam estaba tan traumatizada por la guerra que, década tras década, insistió en que su madre y hermana perpetuaran la farsa de "una familia cristiana, cuyo padre fue un general polaco caído, y cuya madre murió de cáncer". Bajo un juramento de secreto absoluto, la madre y la hermana de Miriam actuaron como "la tía y la prima que la adoptaron", prohibiéndoles revelar algo sobre su verdadero trasfondo familiar.
“Aprendí que ser judía significaba tragedia... simplemente pensaba en lo que tenía que hacer para mantenerme viva a mí misma y a mi familia”.
Imagina la ironía de que su hijo mayor, Tom, sufriera un accidente de coche casi fatal y luego "se convirtiera" al judaísmo.
Sólo después él descubriría la enorme lucha interna que implicó el silencio de su madre.
La revelación
Miriam mantuvo el contacto con Christine Panek, la gentil justa que le había salvado la vida durante la guerra sin aceptar jamás dinero. A lo largo de los años, Miriam enviaba paquetes de regalo e incluso fue a Polonia a visitar a Christine.
Varsovia, 2006: Mary Gale visita el lugar donde su padre y otros 40 hombres fueron ejecutados por los nazis (cortesía: Azrieli Foundation).
En el 2006, para celebrar su 80 cumpleaños, Miriam hizo un segundo viaje a Polonia, acompañada de su hija. Mientras visitaban el lugar donde su padre fue asesinado, Miriam ya no pudo controlarse.
“Volví a ver los cuerpos y a oler el caucho quemado. El trauma de la muerte de mi padre estaba justo frente a mis ojos”.
Para ese entonces, Miriam había tenido dos infartos, y los médicos le dijeron que no sobreviviría a un tercero. El secreto de su identidad judía había pesado mucho durante todos esos años, y no quería llevarse ese hecho a la tumba.
Además, Miriam ya no tenía fuerzas para seguir guardándolo.
Su voluntad de hierro se rompió.
Veinticinco años después de que su hijo Tom se convirtiera y se convirtiera en Guershom, le dijo a su sorprendida hija: “No somos quienes tú piensas que somos. Somos judíos”.
Miriam hizo que su hija jurara no contarle a nadie, ni siquiera a Guershom. Y aunque el secreto permaneció mayormente bajo llave, lentamente los muros comenzaron a caer. En 2010, la otra hija de Miriam, Christine (llamada así por Christine Panek), se comprometió con un hombre judío. Miriam nuevamente reveló el secreto, diciéndole a su hija: "¡Puedes tener una boda judía!"
Sin embargo, Guershom aún no sabía la verdad. Un día, su hijo menor Iehoshúa estaba en Canadá y le dijo directamente a su abuela: “Si eres judía, tengo derecho a saberlo". Ella se quebró y lo reveló. Así fue como se enteró Guershom.
“Siempre sospeché que mamá era judía,” le dijo Guershom a Aishlatino.com desde su casa en las afueras de Jerusalem. “A lo largo de los años le pregunté varias veces si era judía, y siempre respondía, ‘No, soy cristiana’. Fue muy firme al respecto, y como es mi madre, no tenía razones para dudar de su palabra”.
Aún así, hubo varias señales a lo largo de los años. Dina recuerda un incidente: “El teléfono sonó en casa y cuando Miriam contestó, el que llamaba gritó: ‘¡Judía!’ Ella temió que la hubieran descubierto y que venían a buscarla. Se puso blanca como una hoja”.
El Volkswagen Kübelwagen alemán, vendido en EE.UU.
Guershom recuerda una ocasión en la que su abuela sufrió un ataque de pánico. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Volkswagen Kübelwagen fue utilizado como coche del personal nazi. A principios de la década de 1970, este modelo se vendió comercialmente en América del Norte como "The Thing". “Mi abuela vio esa clase de coche por la carretera en Canadá y se alteró. Pensó que estaba de vuelta en Polonia”.
También hubo otras señales. Dina describe cómo, antes de casarse, la abuela de Guershom “se inclinó sobre la mesa, me miró directamente a los ojos y dijo: ‘Katherine es un nombre judío’. No supe lo que quería decir en ese momento. Con el tiempo me di cuenta de que era su manera de decir: ‘El judaísmo es importante y quiero que sigas esa dirección'”.
¿Guershom estaba molesto con su madre por haber mantenido el secreto todos esos años?
“Al principio me enojé mucho. Pasé por un largo e innecesario proceso de conversión, y ella se quedó en silencio mientras todo sucedía. Exasperado, le dije: ‘¡Me has mentido toda mi vida!’ Eventualmente llegué a entender que lo hizo para protegerme. Ella soportó un trauma de toda la vida y no quería que yo lo repitiera”.
¿Qué pasa con Arthur Gale? “Mi padre me dijo una vez que mamá tenía un secreto que sólo él sabía. Pero no me lo quiso contar”.
¿Qué pasa con la hermana de Miriam, Helen, que estuvo bajo juramento de secreto todos esos años? Guershom dice: “Ella se ha disculpado profusamente por no decir nada todo este tiempo, pero mi madre la tuvo bajo un estricto juramento de no contar nada”.
Hijo del Destino
Aunque Miriam ha visitado a Guershom en Israel dos veces, sigue traumatizada por los recuerdos de haber visto a personas ser fusiladas, envenenadas, ahorcadas y arrojadas por las ventanas. Tiene persistentes “pesadillas y miedos profundos”, aterrorizada de que si admite: “Soy judía”, el odio y los horrores vuelvan a repetirse.
Durante 60 años mantuvo su abrigo de prisionera de Buchenwald escondido en una caja, junto con su parche de prisionera, número 29943.
Pero el secreto ya no existe.
Miriam ahora comparte su historia con entusiasmo en entrevistas s en televisión y en periódicos, y en un ibro de memorias del Holocausto para la Fundación Azrieli de Canadá, titulado “Identidad Perdida y Encontrada”.
¿Por qué ahora Miriam decidió contar su historia?
“Las personas de mi pasado murieron porque eran judías, y aún tengo miedo de admitir quién soy”, dice.
“Quiero reconciliarme con las personas de mi pasado, y me siento culpable por no haber continuado con las tradiciones del pueblo judío”, explica. “Todos murieron por ser judíos, y yo todavía tengo miedo de reconocer quien soy”.
Otra razón es más personal: Miriam busca purgar sus demonios.
“Siento que estoy en un sube y baja, y a veces pienso que ya es demasiado tarde para cambiar la historia de mi vida”, dice. “Mis secretos me están ahorcando y es muy difícil deshacerlos. Siento que me están estrangulando”.
“Espero que contar mi historia ayude con mis recuerdos recurrentes y que la verdad, de alguna manera, me libere. Me siento como una olla que hierve de mentiras y necesito contar la verdad en vez de seguir revolviendo esas mentiras. Pero la idea de decir la verdad todavía me aterroriza”.
¿Y qué piensa sobre su hijo judío que ‘se convirtió’ y que hizo aliá?
“Me alegra que algunos miembros de mi familia continúen con las tradiciones judías que aprendí de niña. Es como un milagro que, entre todas las religiones, Guershom haya elegido el judaísmo. Tal vez era su destino”.
(Las citas de Mary Gale por cortesía de la Fundación Azrieli y Ruth Krongold).
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