La Hagadá tiene numerosas enseñanzas. Rav Nóaj Orlowek señala que la Hagadá es el texto más revelador sobre la perspectiva del judaísmo respecto a la gratitud.
La importancia de la gratitud en el pensamiento de la Torá es muy evidente. Tres veces al día agradecemos a Dios en la plegaria de Modim; cada vez que comemos, agradecemos a Dios por proveernos alimento. Asimismo, en el ámbito de las relaciones interpersonales, se hace gran hincapié en mostrar gratitud hacia quienes nos ayudan. Las mitzvot de honrar a los padres y a los maestros, por ejemplo, se basan en gran medida en el reconocimiento de cuánto ellos han hecho por nosotros.(1) Sin embargo, no es una tarea sencilla mantener un sentimiento constante de hakarat hatov, gratitud, por todas las bondades que Hashem y, lehavdil, otras personas hacen por nosotros. ¿Cómo puede una persona desarrollarse para sobresalir en esta cualidad tan importante?
La Hagadá y las leyes que la rodean pueden responder esta pregunta: para cumplir la mitzvá de relatar la salida de Egipto, el Talmud nos indica que debemos comenzar mencionando la genut (lo negativo), antes de hablar de shevaj (lo positivo).(2) Hay una disputa sobre qué significa esto exactamente: Rav sostiene que hablar de lo "negativo" implica que antes de agradecer a Dios por sacarnos de Egipto, debemos mencionar que nuestros antepasados originalmente servían ídolos. Shmuel, en cambio, argumenta que lo "negativo" se refiere a la esclavitud inicial que sufrimos en Egipto. Al hacer esto, podemos evitar la trampa de dar por sentada la libertad física y espiritual que experimentamos después de salir de Egipto. Así también, en nuestra vida diaria, cuando todo marcha bien, es muy fácil olvidar lo que Hashem ha hecho por nosotros y cómo continúa constantemente protegiéndonos y sustentándonos. Por ejemplo, cuando una persona se encuentra en una situación financiera estable, naturalmente puede dar su situación por sentada y no agradecer suficientemente a Dios. Sin embargo, si pensara en los momentos en que no sabía cómo iba a pagar las cuentas, le sería mucho más fácil contrastar sus dificultades pasadas con su seguridad actual. Esto debería ayudarle a sentir gratitud hacia Dios.
Resulta menos evidente cómo la explicación de Rav, al hablar de lo “negativo”, nos inculca la cualidad de la gratitud. ¿Cómo es que mencionar el hecho de que nuestros antepasados sirvieron ídolos nos lleva a una mayor apreciación de Dios? Parece que uno de los principales factores que impiden a una persona mostrar gratitud es un sentimiento de arrogancia. Una persona arrogante siente que merece toda la bondad que recibe de Dios… o de las personas. En consecuencia, no hay reconocimiento del bien que otros han hecho por él. No siente que hayan hecho algo especial, sino que cree tener todo el derecho a esperar que lo sirvan.
En contraste, una persona humilde siente que no merece nada. Por lo tanto, ve cualquier cosa que se haga por él como un acto especialmente bondadoso y, por ende, reconoce verdaderamente el bien recibido. Con este entendimiento, podemos explicar cómo recordarnos nuestro estado anterior de bajeza puede llevarnos a una mayor apreciación de Dios. Reconocemos que no somos personas grandiosas con un linaje impresionante, sino que nuestra herencia no es particularmente digna de orgullo. Además, reconocemos que cualquier logro espiritual que hayamos alcanzado se debe a la bondad de Dios al decir en la Hagadá: “Desde un comienzo, nuestros antepasados sirvieron ídolos, y ahora HaMakom [Dios] nos ha acercado a Su servicio”. Al resaltar nuestros orígenes humildes, nos volvemos mucho más capaces de apreciar debidamente los actos de bondad que se hacen por nosotros.
¹ Sefer HaJinuj, Mitzvá 33; Sijot Musar, Maamar 73, págs. 323-324.
² Pesajim, 116a.
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