
En la porción de la Torá de esta semana, Dios le dice al pueblo judío: “No imiten la práctica de la tierra de Egipto en la que habitaron, y no imiten la práctica de la tierra de Canaán a la que los traigo, y no sigan sus estatutos” (Levítico 18:30). ¿Cómo se aplica esto hoy a nosotros?
Lección:
Aunque este mandato se aplicaba a los judíos en ese momento, ciertamente también es aplicable hoy a cada uno de nosotros. La naturaleza humana nos impulsa a querer seguir la corriente. Por más que nos guste pensar que podemos nadar contra la marea, no somos inmunes a nuestro entorno. Esto, sin embargo, se convierte en un desafío cuando tenemos un mandato de Dios de no imitar a las naciones del mundo. El pueblo judío es el emisario de Dios para cumplir una misión especial.
Esto no significa que el pueblo judío sea mejor que los demás. Dios creó a todos iguales. Pero sí significa que nuestro rol es diferente al de otras naciones. Como judíos, tenemos una misión especial: ser una luz para las naciones, traer santidad al mundo. ¿Cómo lo hacemos? Dios nos da la clave a través de la Torá, que es el manual de instrucciones con el que podemos lograr este objetivo.
Dado que tenemos un rol diferente, debemos actuar en consecuencia. No podemos comportarnos igual que los que nos rodean. Si nosotros, como judíos, perseguimos las mismas metas vanas, si nos comportamos de la misma manera animal, si hablamos de la misma manera vulgar… ¿cómo podemos ser esa luz? ¿Cómo podemos ser el ejemplo brillante que lleva santidad al mundo? Por lo tanto, un concepto clave en el judaísmo es que, aunque no somos ermitaños, no imitamos los caminos de los que nos rodean. La cultura cambia de forma arbitraria. Lo que está de moda hoy puede no estarlo mañana. Por eso nos mantenemos firmes en nuestra ancla: nuestra Torá, la fuente de los valores eternos del judaísmo.
No cedemos ni modificamos los valores y las leyes judías porque eso esté “de moda.” ¿Estamos alineando nuestros pensamientos, palabras y acciones con una cultura arbitraria sólo para encajar, o nos estamos alineando con nuestra ancla sagrada, nuestra Torá, que nos dio nuestro Creador, Quien sabe lo que es mejor para nosotros? Aunque participamos en el mundo que nos rodea, lo hacemos de una manera elevada que le muestra al mundo cómo traer bondad, refinamiento y santidad en todo lo que hacemos.
Más adelante en la parashá, Dios nos dice que seamos santos, porque Él es santo. Cuando no imitamos la cultura que nos rodea, sino que en cambio imitamos a Dios mismo, cumplimos con este mandato. Nos transformamos de ser las personas que somos, a las personas que Dios sabe que podemos ser. Pasamos de tener el potencial a hacer realidad ese tremendo, especial y santo potencial de llevar luz y santidad al mundo, cumpliendo así con nuestra máxima misión.
Lección: Piensa si hay algo en tu vida que haces sólo para imitar a los que te rodean. ¿Eso está alineado con la Torá? Si no es así, busca una manera de eliminarlo de tu vida.
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